sábado, 11 de octubre de 2008

Dominique

Dominique es un anciano de esos de los de antes. De esos que nunca te desprecian una sonrisa y que te regalan amabilidad aún sin merecerla. De esos que se levantan de la cama a penas amanece para empezar con buen pie la jornada y para, bien temprano, abrir las puertas de lo que siempre ha sido su casa, de su pequeño rincón, y regalarlo a todos los transeúntes que cada día deciden modificar su camino y hacerle una pequeña visita. Además de todo eso, Dominique es mi vecino. O, al menos, eso me gusta pensar a mí.

Dominique es propietario de uno de los que aquí llaman bouquinistes, pequeños puestos callejeros que se agolpan en las márgenes del Sena. El de Dominique está, concretamente, en la Quai Voltaire a la altura del Pont Royal, a medio camino entre las esquinas de la Rue du Bac y la Rue de Beaune; y desde allí nos saluda cada mañana –muchas veces aún sin saberlo- y nos recuerda la suerte que tenemos de tenerlo como vecino.



Pero Dominique no está solo. Pronto, bien temprano, los empedrados parisinos comienzan a llenarse de transeúntes y ciclistas. Pero París no tiene prisa. No hay ruido de cláxones ni atascos escandalosos. Ni taxistas suicidas ni ejecutivos acalorados. Tan sólo el incesante trasiego de turistas –una gran mayoría españoles- enturbia en algo el ambiente. París, simplemente, disfruta de sí mismo. Sabe cómo hacerlo.

El Boulevard de Saint Germain es arena de otro costal. Grandes y afamadas marcas comerciales copan casi todas las esquinas. Las galerías de arte contemporáneo se hacen cada vez más frecuentes. Y la bourgeoisie parisina entra en escena. Y es que Sciences Po es muy pero que muy burgués, aunque lo quiera negar. En efecto, nada más llegar al 27 de la rue de Saint Guillaume la comunidad estudiantil da la bienvenida celebrando y conmemorando la participación del Instituto de Estudios Políticos de París en el mayo francés. La publicidad política y social ocupa la mayor parte de las mesas que gentilmente la Universidad cede para que los alumnos expresen libremente sus inquietudes sociales. Y unos carteles enormes convocan al alumnado para la quinta asamblea general de la asociación de gays, lesbianas y transexuales de Sciences Po. Proclamas comunistas y socialistas salen por doquier de las bocas de los alumnos, los cuales se jactan de separarse de esos jóvenes que se enchaquetan para ir a clase, “esos católicos conservadores de la antigua aristocracia”, dicen. No obstante, como es sabido, aunque la mona se vista de seda…

El Boulevard Saint-Germain se lava un poco la cara al caer la tarde. Ya sólo quedan las hojas que de un parduzco color ocre dejan caer los árboles que escoltan la avenida. Sólo quedan las terrazas de las elegantes cafeterías y las boulangeries que anuncian su cierre. Es entonces, y sólo entonces, cuando la ciudad adormece. Adormece lentamente, sin prisa pero sin pausa, tan sólo dejando tiempo para que los ciclistas logren volver a casa y los transeúntes se disipen poco a poco aprovechando los últimos minutos de luz.

Al regresar a casa, Dominique sigue recostado en su banqueta, siempre atento a su pequeño rincón del viejo París, aunque ya consciente de que se hace tarde. De que mañana será otro día.

3 comentarios:

Unknown dijo...

Paola... esta historia me ha llegado al corazon. Deberias dedicarte a escribir libros y abandonar la politica, que esta llena de rincones sombrios! Ay, me han dado ganas de largarme para alla. NY es todo lo contrario, aceras colapsadas, prisas incesantes... parece que quieren apurar la vida hasta su ultimo aliento en el mismo dia... Un besazo enorme. Sigue deleitandonos con historias asi porque las necesitamos.

Anabel dijo...

Hola Paola...me ha encantado la historia. Hija, vales para todo. Deberias escribir con mas frecuencia. Mientras leía, me veía inmersa en ella. Es una pena que llevemos una vida demasiado acelerada, que al fin y al cabo, no sirve para nada pero que no nos damos cuenta hasta que, como en ésta ocasión ves que existen lugares en los que se vive la vida de manera diferente. Espero que, algún dia, podamos pasear juntas por esas "rue". Aprovecha el tiempo al máximo, aunque no es necesario que te lo diga. Un beso muy grande. Cuídate

Jesant dijo...

"París, simplemente, disfruta de sí mismo" No. ¡Tu disfrutas de Paris! Eso es lo que realmente se lee -o yo leo- en tu magnifica historia. Me alegra enormemente. Pero, ¿más feliz en Paris que en Madrid? No me estrañaría.

Un besazo, y ¡saluda a Dominique!