viernes, 27 de marzo de 2009


Nadie sospecharía el poder que desprendes aun sin saberlo.

Espigas yertos y delicadamente afilados marfiles sin siquiera presentir que eres sostén y alma.

En tu sibilino danzar arrastras tras de tí el sordo gemido de un millar de voces que, presumiendo de castrense disciplina, se rinden a tu voluntad como si de ella pendiera su último aliento de vida.

Y vibras. Vibras incesante y firme. Vibras solemne marcando el imperial compás que sólo tu estela sabe dibujar. Y ya nada importa. Sólo tú, sólo ella.

Dócil y servil, ella, se deja mecer por tus manos. Ella, cuya voz se erige tímida ante el mudo aullido del silencio, se viste de encaje y tul para rendirse a tu cortejo. Para, sencillamente, dejarse llevar por ti.

1 comentario:

Fidji dijo...

¡Que bonita!,me ha encantado esta parte de la tercera estrofa:
En tu sibilino danzar arrastras tras de tí el sordo gemido de un millar de voces..
Hechaba en falta tus escritos
Un abrazo
Fidji