lunes, 24 de noviembre de 2008

El Huésped

Apenas dejas advertir tu presencia. Cabizbajo, nos observas día y noche tratando de cobijarte entre escombros, aunque dejando tras de ti pequeños rastros, pistas que te hagan sentir un poco menos ajeno a nosotros.

Tu sonámbulo zigzagueo se confunde entre nuestras rutinas y, tímido, trata de ocultarse sibilinamente, casi con un susurro, a fin de no turbar nuestros quehaceres cotidianos. Sólo los pequeños surcos dibujados sobre baldosas y azulejos son testigos de tu silencioso deambular.

Sin embargo, a pesar de todo, estás. Te escabulles pero estás. Como un retraído huésped, estás. Estás en nuestros despertares y en nuestros bostezos. Estás en los posos de café y escondido entre los cojines. Entre las parduzcas páginas de nuestros libros y junto a la tinta derramada en el escritorio, estás.

Y con eso te basta.
París, a 23 de noviembre de 2008

1 comentario:

morocha dijo...

Como le decía a María,qué se le va a hacer? Puede que el violín atraiga a más huéspedes... Mientras tanto a soñar con los ratoncitos digo con los angelitos...Puede ser que hagan una carroza con la calabaza de la cocina...